En San Juan de Lurigancho, el distrito más populoso, violento y pobre del país, un grupo de jóvenes enfrenta todos los días la suerte de haber nacido en un barrio urbano marginal. Ellos son pandilleros, son Los Guerreros. Al pequeño del grupo lo llaman Maruja. La vida le entra por los ojos con ansiedad y prisa. Tiene doce años y desde hace cinco mantiene su casa, vende caramelos en el centro de Lima y con ese dinero sostiene a sus dos hermanos mayores, a un pequeño de tres años y a su madre. Asiste al colegio en horario nocturno. Cursa tercer grado de primera pero no sabe leer ni escribir. Sobre el suelo y los plásticos que forman su cama, Maruja sueña despierto y empieza a entender poco a poco el caos que le ha tocado vivir. El dolor del hambre, el frío y la soledad no será tan profundo como aquel que le inflijan los demás pandilleros, sus mayores, su verdadera familia. Maruja vivirá en carne propia lo que ellos también vivieron a su edad, y sufrirá hasta aprender a sobrevivir en San Juan de Lurigancho. Pues la suya es sólo una entre millones, una historia condenada a repetirse.